martes, octubre 17, 2006

Iceberg Slim: el padrote escritor (publicado en revista Replicante 6)


El mejor arte es el que nos muestra algo de la vida con franqueza y sencillez. Y uno de los principales logros de un escritor es comprometerse con su particular entendimiento del mundo que eligió recrear. A veces no hay elección, es el único mundo que se conoce. El escritor puede estar a favor o en contra, de un lado o del otro, sin posibilidad alguna de elegir por sí mismo ya que debe quedarse en el barrio en el que ha nacido, le guste o no. Se necesita de un gran talento para infundir emoción, color y sentido al relato. No todos los escritores lo consiguen. La empresa no es nada fácil, sobre todo cuando se aprende a escribir en la cárcel.
Sócrates dijo que “aquel capaz de vivir a solas o es un dios o una alimaña”. Robert Beck, mejor conocido como Iceberg Slim, tiene algo de los dos. Se ganó el apodo por la inexpresividad de sus emociones. Como Henry Miller o Nelson Algren, Slim vivió en un mundo hecho a su medida, un microcosmos que encajaba en sus temores e inclinaciones y le permitió con el tiempo revivir las escenas más significativas de su vida.
Nació en Chicago en 1918 y fue abandonado por su padre siendo un niño. Slim afirmaba que fue su madre quien lo preparó para la profesión que lo volvería célebre consintiéndolo durante su infancia. A los dieciocho años se inició en “La Vida” y durante más de veinte años vivió de cientos de mujeres como un rey pese a sus cuatro ingresos a la cárcel, paradójicamente ninguno por proxenetismo. El último de ellos, en 1960, incluyó un confinamiento solitario de diez meses. Ahí aprendió a potenciar en otras direcciones su aguda inteligencia que hasta los cuarenta y dos años sólo le había servido para ganarse la vida en las calles del sur de Chicago explotando mujeres negras. Cargaba consigo un voluminoso anecdotario personal. Picaresca y toda una filosofía del padroteo y del timo moldearon la visión de un hombre acostumbrado a vivir desde niño de su atractivo físico, su labia y, en el último de los casos, de la brutalidad.
Slim tomó su encarcelamiento con sabiduría:

"No estuvo del todo mal, conocí a militantes de los Black Panthers. Me identifiqué con ellos. Gracias a esta experiencia comencé a leer en la biblioteca. Caí con la Autobiografía de Malcom X, quien al igual que yo había sido padrote. Ese libro cambió mi vida. Me hizo sentir una profunda admiración por Malcom, entendí cuál era mi papel en una sociedad racista y sentí una profunda vergüenza de lo que yo era hasta entonces: un esclavizador de mis hermanos de raza".

La novela picaresca da cuenta de la vida y obra del hombre que se hace a sí mismo como un forajido que con agallas sale adelante de un modo u otro gracias a su arrojo y energía. La literatura escrita por delincuentes es confesional y casi invariablemente moral. El autor se ofrece como ejemplo y busca el perdón o la redención no en este mundo sino en el otro. Jean Genet y William Burroughs se asumieron escritores y estetas desde la marginalidad. Como para tantos otros escribir fue un acto de afirmación transgresora y no de reinserción en la sociedad. Desde el Diario del ladrón pasando por Junkie, el autor confiesa su sumisión al demonio del mal mediante una prosa parca pero cuyo lirismo vuelve paradigmático al personaje. Sin embargo, a diferencia de Genet o Burroughs, abunda una literatura creada por integrantes de las clases oprimidas convertidos en artistas a través de obras con las cuales encontraron una manera de expresar su experiencia de ser estigmatizados como criminales.
La distinción entre fantasía y realidad es uno de los temas principales de novelas sobre las aventuras de delincuentes callejeros, en particular de los padrotes. Otro sería la imposibilidad de comunicación con el exterior: con la sociedad. En Estados Unidos esta literatura se vio opacada por la autobiografía de Malcom X (The autobiography of Malcom X, 1965), quien dedica una buena parte a narrar su vida como padrote en el Harlem complaciendo las sádicas fantasías de blancos pudientes. Con la aparición de Pimp, The Story of my Life el género tomaría un curso diferente.
Como William Burroughs, Robert Beck trató de ganarse la vida vendiendo insecticidas. Por medio de este empleo conoció a un profesor de literatura que le propuso ayudarlo a escribir sus vivencias como padrote. Beck se negó y decidió hacerlo sin ayuda. En tres meses terminó el manuscrito y lo envió a Holloway House Publishing. Pimp se publicó en 1967. Lo que siguió fue el vertiginoso ascenso de Robert Beck como el escritor negro más leído. Mantuvo su bien ganado apodo para firmar las demás novelas y ensayos autobiográficos. Su ópera prima vendió dos millones de copias en su primer tiraje con una editorial marginal exclusiva para autores negros.
Los siete libros testimoniales de Iceberg Slim están fuertemente arraigados en el folclor negro y no hay asomos de emancipación a través de la política o la religión. Pimp es considerada una obra cumbre de un subgénero al que bien se podría llamar “machismo sucio”. Es una crónica despiadada del mundo de los padrotes y su juego de enganchar y perder prostitutas durante las décadas de 1940 y 1950. Esa profesión es contextualizada por el maestro del narrador, Sweet Jones, quien afirma que fue inventada por ex esclavos emigrados a las ciudades del norte sólo para descubrir que estas eran réplicas de las plantaciones en el sur de Estados Unidos. Según Jones, aquellos primeros padrotes negros fueron “genios” que escribieron en sus mentes “el libro fundamental del padroteo”, procedimiento sistemático para engatusar a opulentos hombres blancos ansiosos por satisfacer sus más depravados apetitos con prostitutas negras. Así como éstos perciben a esas mujeres como simples animales, su racismo los lleva a una insaciable voracidad por una gama de timos y transas, pues son incapaces de concebir que el negro frente a ellos es lo suficientemente inteligente como para embaucarlos. La paradoja es que ese juego descarnado y utilitario perpetúa la esclavitud de las mujeres negras, pero ahora por hombres de su raza.
Como ningún otro libro sobre el tema generalmente regodeado en meras fantasías sexuales, Pimp insiste en que el padroteo no es un juego sexual, sino la más brutal práctica de mañas y castigos diseñados para convertir a las mujeres en instrumentos de riqueza y poder y al padrote negro en “cualquier otro marrullero jefe blanco”. Esta idea madura en la segunda novela de Slim, Trick Baby. En ella el mulato White Folks utiliza las ventajas de su color de piel y de su atractivo físico en el juego del timo callejero. Las paradojas de su condición de negro blanco y el rechazo que sufre de ambos bandos acrecientan los conflictos existenciales de Folks, quien narra su propia historia a un compañero de celda (supuestamente el propio Iceberg Slim) como un alucinante rito de iniciación repleto de sexo, alcohol y predestinación catastrofista.
Con estos entendidos surge la complicidad con el lector, quien desea enterarse de los pormenores de aventuras sórdidas y excitantes, y en el mejor de los casos aprender el modus operandi. Pero el objetivo principal de este anecdotario desde el infierno no es instruir al lector, sino entretenerlo. La estrategia requiere de franqueza, vitalidad y profundidad en los detalles. Iceberg Slim escribe con una prosa rítmica, coloquial, realista y llena de humor crudo. Al igual que James Brown antes que él, se convirtió en icono del hip hop con su estilizada y decadente imagen. Su fraseo verboso registrado en discos con sus memorias influyó sobre todo en personalidades como Snoop Doggy Dog y Ice T, quien aceptaría la influencia de Slim y haber tomado su nombre de él.
Contrariamente a las supuestas intenciones moralizantes del autor, el padroteo se volvió una actividad glamorosa entre los negros pobres y durante los años setenta las calles de Times Square se llenaron de Superflys y Shafts ostentosamente alhajados y con abrigos de pieles. El cine de la blacksplotation no hubiera sido posible sin la profundidad de las obras de Slim sobre la vida en el gueto (Tarantino, al parecer, ni por enterado).
En entrevistas Iceberg Slim dictó una filosofía del padroteo, la creía adaptable y recurrente en la vida cotidiana de quienes viven en la legalidad. En alguna ocasión dijo al Washington Post:

"Mi teoría no comprobada es que cierta dosis de padroteo en cada hombre podría realzar su aproximación a las mujeres. Los mejores padrotes que yo haya conocido, que son aquellos que pueden hacer veinte, quizá treinta años en la profesión, eran profundamente despiadados y brutales. Básicamente tenían un odio elemental hacia las mujeres. Creo que hay cierta dosis de verdad en que una mujer gravita alrededor de un hombre que puede ostentar por lo menos ocasionalmente sadismo y gusto por la humillación".

Para 1992, año de su muerte a los setenta y tres años por un problema renal, Iceberg Slim era el escritor negro más leído de la historia. Como otra provocación a feministas y a la corrección política, sus obras habían vendido más de seis millones de ejemplares y han sido traducidas a varios idiomas (Anagrama publicó Pimp, memorias de un chulo, y Trick Baby). No sin cierta jactancia reconoció que su principal motivación para escribir fue el dinero. Luego del confinamiento solitario en presidio Slim abandonó su antigua profesión. Tenía cuarenta y dos años y se había dado cuenta de que tenía un explotable material literario asediando su “inteligencia superior”. “Si no consigues un buen libro no serás capaz de obtener una buena suma de dinero. Eso es definitivo si eres negro. Tienes que ser espectacular y trascendente, de otro modo nunca obtendrás el pedazo completo de pan”.
¿Hay algo más demoledor que esto? Pocos escritores se atreverían a reconocerlo. Tal vez a la mayoría les hace falta el descaro del padrote.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

como siempre, excelente comentario sobre literatura marginal.el género negro.

st aret dijo...

El oficio de la escritura, hacer manuscrita con las tripas.
Hace meses que deseaba escribir un comentario. En fin.
Otro de sus lectores, aunque no puedo decir que se disfrutan sus lecturas, quizá se transpiran como dentro del transporte público.