Aquí podrán hojear la revista y leer el artículo y el cuestionario al que respondí con motivo de la edición de aniversario de la revista Marvin número 91
Tengo la impresión de que en términos generales predomina la idea de que pese a las evidencias actuales de lo que se nos viene encima, el futuro es esperanzador. Al menos eso colijo cuando sale el tema entre mis cercanos: aun cuando no lo digan expresamente, en todos ellos brilla un halo de esperanza. Creo que se requiere de una buena dosis de religioso optimismo para imaginar un horizonte sin nubarrones.
Incluso la obra de escritores de ciencia ficción como J. G. Ballard, tan nihilista por momentos y tan actual siempre, la perspectiva del futuro en abstracto da por sentado de que la civilización, tal y como la conocemos hoy en día se sobrepondrá de un modo u otro a la devastación ecológica, las guerras y la sofisticada barbarie que significa el hecho confirmado de que Dios no existe, con todo lo que implica. Obviamente, la prodigiosa imaginación de Ballard, tan anticipatoria como distópica, corresponde a quien se educó en una cultura hiperdesarrollada con una visión eurocentrista de lo que significa barbarie y progreso.
Para quienes nacimos en países que parecen saldos del primer mundo, la idea del futuro debería de ponernos los pelos de punta. Al menos yo siento escalofríos cuando se me pide especular sobre los escenarios posibles. En principio tendría que decir que este país nunca pasó por la cultura. Llegó a la barbarie con pase automático, y ya en el siglo XXI, sigue padeciendo problemas de alimentación, violencia y educativos dignos del siglo XIX, por lo que remontar la ola para ponernos a tono ya no con el futuro, sino con el presente de naciones desarrolladas, parece tarea imposible.
Por lo pronto, para los próximos cincuenta años veo un país donde cualquier método de rehabilitación de conducta y hábitos nocivos resultará fallido. Prisiones y centros de desintoxicación par adictos serán la mayor prueba del fracaso de la lucha contra las drogas y el crimen organizado. Veremos el resurgimiento de colonias penales, hospitales psiquiátricos y de adictos incorregibles a la manera de La naranja mecánica o Papillón. Viviremos en una sociedad desmoralizada y en profunda crisis permanente, por lo tanto de adictos a toda clase de drogas, predominando las prescritas por médicos y psiquiatras: antidepresivos, Viagra y Prosac como remedios de alcance limitado contra la frustración sexual, la hiperactividad sexual, la ira, etc. Cocaína y mariguana y una que otra sustancia despenalizada serán drogas vintage, para cierta clase de ambientes bohemios. Probablemente la despenalización de toda clase de sustancias ilícitas, vendrá del ámbito del deporte profesional, debido a la presión de una élite de atletas de alto rendimiento incapaces de cumplir con los estándares de desempeño impuestos por las federaciones y los patrocinadores. Viviremos en una sociedad de enfermos donde los médicos y los abogados serán algo así como los nuevos sacerdotes del culto a la salud y la reparación del daño. Sin embargo, debido al crecimiento poblacional y la incapacidad del sistema de salud para dar atención a millones de ancianos, obesos mórbidos y enfermos terminales, el suicidio asistido será legal y muy popular.
El individuo “mecánico y bueno”, ideal de los sistemas punitivos como el nuestro, sin capacidad de elección y sólo preocupado por buscar su identidad a través de redes sociales y el consumo, sucumbirá ante la iniciativa de tipo empresarial del hombre “malo” perteneciente al crimen organizado (proveedor de la piratería, drogas y demás consumo ilegal que tanto gusta al hombre mecánico y bueno), quien cobrará derecho de piso y cuotas para respetar la vida de los habitantes de barrios, colonias y municipios arrebatados al control de la policía. Tal y como ya ocurre en Tezoquipan Miraflores, en Chalco, municipio del estado de México, donde alrededor de veinte mil vecinos están dispuestos a pagar un peso cada uno mensualmente a las pandillas con tal de que los dejen circular libremente (http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=719607).
Ciertamente, el futuro de este país está en su niñez, por lo que sobra decir que niños sicarios como el “Ponchis”, serán un núcleo poblacional en continuo crecimiento. En general, las minorías activas y organizadas, de la índole que sea, tendrán muchos mayores beneficios, prebendas y consideraciones de parte de los gobiernos, a diferencia de las mayorías pasivas y silenciosas, incapaces de organizarse y condenadas a recluirse por propia voluntad en sus domicilios, donde a través de la Internet, las redes sociales y la televisión por cable, vivirán una fantasía de realidad acorde con sus aspiraciones, perversiones e indolencia.
Será un mundo de solitarios condenados al trabajo obsesivo o a la vagancia forzada. La sexualidad y las relaciones humanas se habrían trasladado definitivamente a los gadgets como los iphones, iPalms y demás chucherías tecnológicas. El contacto digital será lo mas cercano a rozar un pezón, un clítoris o los genitales, y el orgasmo vendrá con la sensación que despierta el recibir un mensaje o la imagen del ser amado.
Tal y como lo plantea Ballard en War Fever, y Robert D. Kaplan en Viaje al futuro del imperio, las guerras se concentrarán en las ciudades. Principalmente por el control del agua. El malestar social de las mayorías será el origen de interminables disturbios, actos de sabotaje, plantones permanentes y guerras de guerrillas con ejércitos acondicionados para pelear en favelas y barriadas densamente pobladas y con armamento sofisticado y letal. Los toques de queda y los linchamientos serán parte de la nueva Ley… del Talión. Enfrentaremos un escenario global de anarquía revolucionaria basada en el tribalismo, pero de corto alcance y sin posibilidades de paz duradera entre los bandos en conflicto. Confirmaremos el fracaso de la prosperidad por la que lucha o goza el hombre promedio en las grandes urbes. Lujurioso y competitivo hasta el absurdo, las rivalidades por el poder en todas las esferas de la vida, volverán al habitante de la ciudades presa a modo para las hordas. La ostentación y el despilfarro se volverá el combustible de la violencia imparable, el detonador de la ira de los que nada tienen, el sentido de humillación permanente evitará cualquier intento de conciliación entre gobernados y gobernantes.
Si me alcanza con vida el futuro que todos los días durante el crepúsculo baña de un naranja metálico los rascacielos frente a la ventana de mi departamento en el centro de la ciudad de México, esperaré la oportunidad de arrojar a la calle un colchón en llamas a manera de celebración suicida por el fin que se avecina.
Música: El funk y el soul (Motown, Stax, James Brown y un largo etcétera)
Cine: Perros de paja, Tráinganme la cabeza de Alfredo García, La huida, La pandilla salvaje (Todas de Sam Peckimpah): menció especial a Los ladrones viejos
Literatura: El talón de hierro, de Jack London, y The invisible man, de Ralph Ellison
Mención especial a mi perro Kato y mi mujer, Bibiana, sin ellos estaría tirado en una esquina.
¿Cuál crees que sea el gadjet más importante de la última década?
Sin duda el teléfono celular, se ha convertido en la prótesis sexual preferida del mundo entero.
¿Qué acontecimiento destacarías como parte de lo más trascendente entre el 2001 y el 2011?
La fallida transición a la democracia en México y la guerra perdida contra el narcotráfico
Haciendo un poco de futurología, ¿cuál crees que sea alguno de los cambios más relevantes en los diez años inmediatos que vendrán?
La despenalización de las drogas, la popularización a nivel mundial de la pena de muerte, el fin del celibato (oficialmente hablando) entre los curas, linchamientos, homicidios, asaltos y toda clase de delitos en vivo y en directo transmitidos en televisión de paga. Quziás en México haya un presidente declaradamente gay.
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