Los especialistas en la obra de Jack London coinciden en que el legendario escritor norteamericano alcanzó la cima literaria con El Talón de Hierro, publicada en 1908. Esta afirmación parece olvidar que años atrás Colmillo blanco, El llamado de la selva y Amor a la vida ya le habían otorgado a London el reconocimiento de la crítica, una celebridad internacional gracias a sus miles de lectores e ingresos millonarios por ser el autor mejor pagado de su tiempo. Aún así, El Talón de Hierro, su obra más ambiciosa y con una sorprendente visión profética que alcanza a nuestros días, se mantiene oculta para el gran público.
El Talón de Hierro forma parte del cuarteto de novelas clásicas de ciencia ficción que vaticinan el peligro de los regímenes totalitarios: We de Eugen Zamiatin, (1920); Brave New World de Aldous Huxley, (1932) y 1984, de George Orwell, publicada en 1949. La novela de London supera a las otras tres no sólo por su profundidad visionaria y haberse publicado primero, sino por describir con precisión y sin alegorías el advenimiento posterior a la Posguerra, de las dictaduras cómplices de los grandes corporativos que oprimen y controlan el destino de millones de personas en todo el mundo.
En su centenario, El Talón de Hierro se inserta perfectamente como una fábula sobre las desigualdades, la masificación de las conductas y los horrores del mundo globalizado. Además, London se erige como un autor incómodo para la corrección política, pues tal y como lo planteó a lo largo de toda su obra, cuestiona la supuesta armonía que debería regir al hombre con la naturaleza, que aparece siempre como un monstruo hostil e implacable.
La trama
Desde un hipotético futuro ubicado siete siglos después, aparece un manuscrito inconcluso escrito en primera persona por Avis Everhard, quien narra la vida de su esposo Ernest, un líder revolucionario que durante las primeras décadas del siglo XX dirige una decisiva rebelión obrera contra El Talón de Hierro, un poder económico y político omnisciente. Uno de los postulados de Ernest es que “el juego de los negocios consiste en ganar dinero en detrimento de los demás, y en impedir que los otros lo ganen a expensas suyas”. La rebelión convertida en una guerra de guerrillas fracasa por una represión brutal que aniquila las libertades “democráticas” y restituye la esclavitud.
Contada en progresión lineal la novela se divide en dos subtramas. La primera parece una historia de amor futurista que expone la personalidad e ideas revolucionarias del héroe, su relación con Avis y la toma de conciencia de ésta que la lleva a cuestionar a la burguesía opulenta a la que pertenece. Ernest Everhard no para de advertir la omnipresencia de los monopolios, la acumulación de riqueza en unos cuantos y la consecuente miseria para la mayoría de la población. La segunda parte, donde se aprecia al London de la aventura y el vértigo narrativo, desarrolla la rebelión obrera y su previsible fracaso por la represión de la oligarquía a través de su ejército llamado “Los Mercenarios”, y la falta de unidad de lo que José Revueltas definió como “el proletariado sin cabeza”.
El escritor aventurero
John Grifith London, mejor conocido para la posteridad como Jack London, nació en San Francisco en 1876. Pese a que durante su corta vida (se suicidó en 1916, a los cuarenta años, con una sobredosis de morfina) fue un socialista militante, estaba convencido de la imposibilidad de llevar a la práctica sus ideales libertarios.
La infancia y adolescencia de London estuvieron marcadas por la pobreza y alcoholismo precoz ligado a su vagabundeo delincuencial en los puertos de Oakland y San Francisco, y junto a miles de desempleados que marcharon desde California a Washington reclamando trabajo.
London aseguraba que había aprendido a narrar escuchando las historias de los vagabundos con los que compartió alcohol de papa alrededor de una fogata. A diferencia de los escritores de novelas futuristas ya mencionados, provenientes de una clase media educada y liberal, aquél era un autodidacta de extracción obrera, lo cual le otorgó un compromiso social sin especulaciones teóricas ni romanticismo. En agosto de 1897, pocos meses después de las primeras noticias del descubrimiento de yacimientos de oro en el Klondike, London, como miles de desesperados más, se embarca para Alaska poseído por la fiebre de riqueza inmediata. Luego de largos meses de aislamiento invernal en una cabaña, acepta el fracaso de su aventura. Emprende el retorno de dos mil millas río abajo en una balsa durante el deshielo de primavera. La delirante experiencia despierta súbitamente su vocación de escritor y London inicia, con la misma tenacidad, el vertiginoso trayecto que lo convertiría en poco tiempo, en un inmortal de la literatura.
El bienestar masivo es una ilusión, por ello El Talón de Hierro es la expresión más enérgica con que London reafirma su militancia política en favor de los oprimidos. Auguró la concentración del capital financiero, la partidocracia y su tendencia hacia el Estado policial, las convulsiones del movimiento obrero con sus mezquindades, estrechez de miras, traiciones y derrotas.
Desde niño London fue un voraz lector y durante su adolescencia se educó por su cuenta en la biblioteca pública de Oakland, rasgo distintivo de otros escritores californianos posteriores como John Fante, Charles Bukowski y James Ellroy, inspirados por el autor de Martin Eden.
Lo que impulsó a London a escribir cincuenta libros fue un insaciable deseo de éxito con todos sus beneficios. Para él era evidente que la actitud existencial, la capacidad de analizar la relación de sus personajes con la vida y su entorno era una exigencia para un autor que pretendiera ser tomado en serio. Pero también demostró que puede ser cierto que nada frustra tanto al hombre como el éxito. El alcoholismo lo envenenó como una maldición que compartieron otros relevantes escritores estadounidenses: Ring Lardner, Fitzgerald, Hemingway y Faulkner.
London poseía el don de describir incidentes aislados y brutales. El mundo es un lugar de sufrimientos donde se lucha contra el destino. London se confesó como un pesimista no obstante su éxito y enorme fortuna. Desconfiaba de la humanidad y de su progreso científico y tecnológico. Los editores no quedaron fuera de este juicio: “no están interesados en la verdad. Es mejor darles lo que quieren pues el escritor sabe que las cosas en las que cree y ama escribir nunca serán compradas”.
El Talón de Hierro predijo el terror y el peligro que hoy enfrentan millones de seres humanos en situaciones límite por el caos prefabricado y controlado por los grandes capitales financieros. No es poca cosa para un autor que defendió el derecho inalienable del hombre de anticipar su muerte.
El Talón de Hierro forma parte del cuarteto de novelas clásicas de ciencia ficción que vaticinan el peligro de los regímenes totalitarios: We de Eugen Zamiatin, (1920); Brave New World de Aldous Huxley, (1932) y 1984, de George Orwell, publicada en 1949. La novela de London supera a las otras tres no sólo por su profundidad visionaria y haberse publicado primero, sino por describir con precisión y sin alegorías el advenimiento posterior a la Posguerra, de las dictaduras cómplices de los grandes corporativos que oprimen y controlan el destino de millones de personas en todo el mundo.
En su centenario, El Talón de Hierro se inserta perfectamente como una fábula sobre las desigualdades, la masificación de las conductas y los horrores del mundo globalizado. Además, London se erige como un autor incómodo para la corrección política, pues tal y como lo planteó a lo largo de toda su obra, cuestiona la supuesta armonía que debería regir al hombre con la naturaleza, que aparece siempre como un monstruo hostil e implacable.
La trama
Desde un hipotético futuro ubicado siete siglos después, aparece un manuscrito inconcluso escrito en primera persona por Avis Everhard, quien narra la vida de su esposo Ernest, un líder revolucionario que durante las primeras décadas del siglo XX dirige una decisiva rebelión obrera contra El Talón de Hierro, un poder económico y político omnisciente. Uno de los postulados de Ernest es que “el juego de los negocios consiste en ganar dinero en detrimento de los demás, y en impedir que los otros lo ganen a expensas suyas”. La rebelión convertida en una guerra de guerrillas fracasa por una represión brutal que aniquila las libertades “democráticas” y restituye la esclavitud.
Contada en progresión lineal la novela se divide en dos subtramas. La primera parece una historia de amor futurista que expone la personalidad e ideas revolucionarias del héroe, su relación con Avis y la toma de conciencia de ésta que la lleva a cuestionar a la burguesía opulenta a la que pertenece. Ernest Everhard no para de advertir la omnipresencia de los monopolios, la acumulación de riqueza en unos cuantos y la consecuente miseria para la mayoría de la población. La segunda parte, donde se aprecia al London de la aventura y el vértigo narrativo, desarrolla la rebelión obrera y su previsible fracaso por la represión de la oligarquía a través de su ejército llamado “Los Mercenarios”, y la falta de unidad de lo que José Revueltas definió como “el proletariado sin cabeza”.
El escritor aventurero
John Grifith London, mejor conocido para la posteridad como Jack London, nació en San Francisco en 1876. Pese a que durante su corta vida (se suicidó en 1916, a los cuarenta años, con una sobredosis de morfina) fue un socialista militante, estaba convencido de la imposibilidad de llevar a la práctica sus ideales libertarios.
La infancia y adolescencia de London estuvieron marcadas por la pobreza y alcoholismo precoz ligado a su vagabundeo delincuencial en los puertos de Oakland y San Francisco, y junto a miles de desempleados que marcharon desde California a Washington reclamando trabajo.
London aseguraba que había aprendido a narrar escuchando las historias de los vagabundos con los que compartió alcohol de papa alrededor de una fogata. A diferencia de los escritores de novelas futuristas ya mencionados, provenientes de una clase media educada y liberal, aquél era un autodidacta de extracción obrera, lo cual le otorgó un compromiso social sin especulaciones teóricas ni romanticismo. En agosto de 1897, pocos meses después de las primeras noticias del descubrimiento de yacimientos de oro en el Klondike, London, como miles de desesperados más, se embarca para Alaska poseído por la fiebre de riqueza inmediata. Luego de largos meses de aislamiento invernal en una cabaña, acepta el fracaso de su aventura. Emprende el retorno de dos mil millas río abajo en una balsa durante el deshielo de primavera. La delirante experiencia despierta súbitamente su vocación de escritor y London inicia, con la misma tenacidad, el vertiginoso trayecto que lo convertiría en poco tiempo, en un inmortal de la literatura.
El bienestar masivo es una ilusión, por ello El Talón de Hierro es la expresión más enérgica con que London reafirma su militancia política en favor de los oprimidos. Auguró la concentración del capital financiero, la partidocracia y su tendencia hacia el Estado policial, las convulsiones del movimiento obrero con sus mezquindades, estrechez de miras, traiciones y derrotas.
Desde niño London fue un voraz lector y durante su adolescencia se educó por su cuenta en la biblioteca pública de Oakland, rasgo distintivo de otros escritores californianos posteriores como John Fante, Charles Bukowski y James Ellroy, inspirados por el autor de Martin Eden.
Lo que impulsó a London a escribir cincuenta libros fue un insaciable deseo de éxito con todos sus beneficios. Para él era evidente que la actitud existencial, la capacidad de analizar la relación de sus personajes con la vida y su entorno era una exigencia para un autor que pretendiera ser tomado en serio. Pero también demostró que puede ser cierto que nada frustra tanto al hombre como el éxito. El alcoholismo lo envenenó como una maldición que compartieron otros relevantes escritores estadounidenses: Ring Lardner, Fitzgerald, Hemingway y Faulkner.
London poseía el don de describir incidentes aislados y brutales. El mundo es un lugar de sufrimientos donde se lucha contra el destino. London se confesó como un pesimista no obstante su éxito y enorme fortuna. Desconfiaba de la humanidad y de su progreso científico y tecnológico. Los editores no quedaron fuera de este juicio: “no están interesados en la verdad. Es mejor darles lo que quieren pues el escritor sabe que las cosas en las que cree y ama escribir nunca serán compradas”.
El Talón de Hierro predijo el terror y el peligro que hoy enfrentan millones de seres humanos en situaciones límite por el caos prefabricado y controlado por los grandes capitales financieros. No es poca cosa para un autor que defendió el derecho inalienable del hombre de anticipar su muerte.
2 comentarios:
Maestro Servín, escribe Rich mismo.
Nunca he leído a London, pero me ha gustado la semblanza del autor y los comentarios de la obra que posteado.
¿Qué libro me recomienda como pa' iniciarse en su literatura?
En fin. Saludos.
Juan Manuel, ¿cómo estás?
Leo el texto sobre London y me quedo interesadísimo. Lo buscaré.
Un abrazo.
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