sábado, mayo 23, 2009

Tiempo de Literatura Mexicali 2009



(fotografías de Bibiana Camacho)

Encuentros

Un encuentro de cualquier tipo supone una aventura interminable que genera conflictos emocionales cargados de adrenalina. Significa trabajo duro con uno mismo para sobreponerse al miedo a lo desconocido y a todo aquello que construye nuestros prejuicios y certezas, de otro modo sería imposible asumir el riesgo de vivir plenamente el aquí y el ahora.

Desde donde se le aborde, un encuentro es terrorífico, fascinante e inolvidable aun cuando encontremos similitudes e intensidades con otros anteriores.  La vida es un dejà vu continuo. Cada quien madura su experiencia diaria apostando a la riqueza inasible del recuerdo personal. Los hechos vividos acumulan lentamente las memorias que registran nuestro paso por el mundo. En este sentido, la literatura en sus distintas manifestaciones, nos ayuda a interpretar y dar sentido al vacío de la existencia. Es un medio de expresión generoso y exigente para introducirse en la complejidad de las emociones humanas. A veces, a través de la disidencia de opiniones; a veces, mediante el diálogo y la interlocución con el buscado e indefinible destinatario de nuestro mensaje.

Un hombre puede cometer muchos errores a lo largo de su vida sin tener que arrepentirse. Otra cosa sería si el remordimiento le impide ir en pos de un suceso que pudo cambiar su suerte. Básicamente creo que hay dos tipos de individuo, el que va al encuentro de sí mismo asumiendo los riesgos que conlleva, y quien prefiere refugiarse en la indolencia de lo que solemos llamar “destino”.

Jamás hubiera elegido a la literatura como experiencia de vida de haber optado por lo segundo. Todos los días me descubro a través de la ciudad de México: desquiciada, brutal y fascinante. Es parte de mí. Mi obra es eso y no otra cosa: una sucesión de encuentros conmigo mismo. Moby Dick y Trópico de Cáncer me llevaron a New York, Germinal y Viaje al final de la noche a París. Viajando aprendo más de mí mismo, me siento agasajado, instruido y vivo. Es una experiencia sensorial que anula cualquier cálculo. Por menos que un suceso cualquiera pueda cambiar nuestra vida, siempre tendrá el excitante elemento de lo insospechado.

Los hombres tendemos a dejar atrás el humo negro del presente para ir más allá del tedio. Muchas veces me he preguntado a qué voy a un encuentro de escritores, según yo, casi todos se parecen (los escritores y los encuentros) en su fastidiosa e incesante exhibición de talentos pequeños y petulancias monumentales. A pesar de ello, la decisión de asistir la influye mi apuesta por una variante que abra puertas al hallazgo.

Al igual que en su primera edición en 2008, Tiempo de Literatura en Mexicali ha reunido voces e intensidades diversas y comprometidas con sus propios proyectos literarios y editoriales, ajenos a los intereses y centralismo de la oficialidad cultural. Desde aquello que los distingue como creadores, los participantes marcan una saludable distancia de las cortesanías como recurso escalafonario.

Por fortuna, hace ya algunos años que los encuentros literarios independientes han proliferado en todo el país; tienen la cualidad de confrontar mundos complejos y diferentes entre sí, están llenos de significados y próximos a nuestras inquietudes más legítimas. Cada vez son más plurales y algunos, como éste de Mexicali, sumamente divertidos. La ausencia de convenciones le asegura hasta hoy la intensidad del fuego de lo profano. Podría parecer una obviedad, pero pocos eventos de su tipo reúnen tal entusiasmo. Sin embargo, siempre hay el riesgo de sucumbir al acoso de los farsantes. Bukowski decía que los escritores son los más difíciles de soportar en página o en persona. Y son peores en persona que en página, afirmaba. No hay que tomarlo a la ligera.

El clima y sus rigores es en lo que menos pensamos al ir tras una experiencia iniciática. Una ciudad fronteriza como Mexicali me lleva a reflexionar sobre el vacío nuclear de toda vida asolada por el desierto circundante. Con su dinámica extrema pero sin estridencias, es una inmersión incesante a lo impredecible. Sin embargo, la Auténtica Mafia Literaria (irónica rúbrica al despropósito que anima su proyecto), representada por Elma Correa, Esmeralda Ceballos y Samantha Luna, es responsable de que Mexicali, una vez al año, sea menos agreste, ajena e inhóspita no sólo a los fuereños, sino a la propia literatura.

La tarea de escribir esta presentación habría sido mucho más sencilla si pudiera enumerar cada uno de los momentos de camaradería y generosa hospitalidad que recibimos los participantes. Según Lawrence Durrell, comprender la intención lo es todo. Al igual que la mejor literatura, los mejores encuentros dedicados a ella sacan a la luz los elementos conflictivos de la intimidad del hombre ( hey, miren, éste soy yo, no hay nada más que ocultar); son al fin y al cabo, parafraseando a Henry Miller, una inmejorable oportunidad para encontrar la paz, lo mismo con el amigo que con el adversario o el resentido; de aceptar gozosa y plenamente, lo peor de uno mismo como único medio seguro de transformar a nuestro favor, la bestia que habita en las profundidades del alma humana.



3 comentarios:

Marlene Sepúlveda dijo...

Saludos e interesante blog!
espero que hayas disfutado de mi ciudad:)

Samantha Luna dijo...

Maestro!! un abrazote desde tijuana :)

Anónimo dijo...

Maestro Servín, soy Mario Martínez, me gustaría contactarlo.

Este es mi correo electrónico:
hhcuatroelementos@hotmail.com

Un abrazo desde Pachuca, Hidalgo.